¡Bienaventurados sean los usuarios de las redes sociales, porque
de ellos será la inútil y vana intención de cambiar al mundo!
En México y más específicamente en la
capital de la República Mexicana, hace más de 20 años que el Doctor MVZ Rafael
Herrerías Olea tomó el mando de la empresa de la plaza más grande del mundo: La
plaza México.
Y desde entonces su gestión al frente de
dicha empresa ha sido motivo de los más encarnizados comentarios en torno a los
resultados de su actuación.
Se le critica fundamentalmente la escasa
presencia del ganado que se lidia.
Pero habrá que precisar algo en descargo
de nuestro buen amigo Herrerías: Él pone la lana y organiza el festejo, compra
los encierros y contrata a los matadores. Ya si los jueces de plaza que reseñan
la corrida, sortean a tan famélicos cuan raquíticos ejemplares, eso,
eso es harina de otro costal, porque los jueces de plaza, representantes de la
autoridad están facultados para echar para atrás cualquier encierro que no
llene las expectativas que dictaminan su buen juicio y sentido común.
No sería la primera vez que esto ocurre
y plantea problemas serios para la empresa, que tiene que echar mano de
otros encierros que estaban apartados para otras tardes o tal vez para otras
empresas.
Así que en ocasiones ocurre que los
encierros que se juegan salen parchados.
Del juego que den las reses, si son
encastadas, mansas, sosas o peligrosas y resabiadas, no se puede culpar tampoco
al empresario, eso depende de la calidad de los empadres y de la selección
genética que lleve a cabo el ganadero, que, dicho sea de paso, vende su ganado
al mejor postor.
Ahora bien, cuando pareciera que todo
mundo es inocente (hasta que se demuestre lo contrario), aparece en la escena
el torero, si, nada menos que el personaje que va a enfrentarse al señor de
negro.
Y el torero tiene sus representantes:
apoderados, miembros de su cuadrilla, mozos de espadas y entonces son varios
los implicados en este turbio juego de encontrar al culpable.
Lo verdaderamente importante en esta
intrincada maraña de excusas y mentiras es que a todos los actores les
falta ética, actuar de manera escrupulosa en el ejercicio de su profesión, llámese
empresario, matadores, ganaderos, jueces de plaza, mozos de espadas,
apoderados, banderilleros y en si todos los protagonistas de la fiesta.
Entonces todos se lavan las manos y nadie
sale a dar la cara cuando al pandero salen toros estragados y sin casta.
Esta última condición por desgracia viene acentuándose
a últimas fechas cuando a las reses difícilmente se les puede picar y los
varilargueros salen a cubrir el tercio metiendo un pellizco de puro trámite.
Preocupante en verdad, porque esto plantea
un problema de fondo en la llamada cabaña brava Mexicana.
Entonces parafraseando a Rodolfo Rodríguez
"El Pana", diremos que: Para que haya caldo de liebre, tiene que
haber liebre..." si no, ¿cómo?
La verdad es que dicho sea de paso no es fácil
criar al ganado bravo, sobre todo porque en México algunas ganaderías están situadas
en tierras agrestes y semidesérticas donde a veces escasea el agua.
En España por ejemplo, los ganaderos sacan
provecho de sus dehesas, dedicándose al cultivo de productos agrícolas como la
vid, la aceituna para el aceite de oliva, el alcornoque, el cerdo Ibérico y
otros tantos productos que complementan la economía de su rancho.
En México a diferencia de estos, los
ganaderos son industriales, empresarios, políticos y hasta actores metidos a
este negocio casi por pura afición.
Son pocos los hombres de campo, dedicados
en cuerpo y alma a las labores agropecuarias que se dedican a la crianza del ganado
bravo.
En España el toro es un producto artesanal
al que se atiende con mimo, con paciencia, porque hay que cuidar y poner en
alto el estandarte de la casa ganadera y su prestigio.
En México, salvo honrosas excepciones, el
ganado crece al amparo de Dios, con pienso, agua y hasta con prisa, para ir
sacando las camadas lo más pronto posible y que el costo de su manutención sea
lo menos gravoso para la economía de la divisa.
El toro bravo esta tan arraigado a las
tradiciones en España, como el tallo a la flor.
En México el toro bravo es criado para
satisfacer la demanda de un espectáculo que atiende a un mercado más pequeño y
a una minoría que gusta del mismo.
En nuestro país desde luego, hay espectáculos
que cuentan con un grupo más nutrido de adeptos como el futbol por ejemplo.
Eso no quiere decir que en España no haya afición
por el futbol, por el contrario, es quizás en esas latitudes donde se juega el mejor
futbol, solo que en España todas las fiestas, carnavales, encierros y demás espectáculos
donde el protagonista es el toro, están mucho más relacionados con la cultura
popular y las tradiciones.
Entendiendo las diferencias que existen
entre uno y otro espectáculo, podemos entender de la misma manera, que el toro
que tiene diferencias de genotipo persé, sobre todo porque el ganado español
con más caja y más pitones derivados de sus diferentes encastes, es
sustento de muchas y diversas fiestas y espectáculos taurinos:
encierros, torneos de recortadores, toros embolados, enmaromados y
toros de fuego por citar solo algunos.
En México, el toro participa acaso en
pocos encierros populares que tampoco tienen ninguna relación estrecha con los
que se corren en España, en corridas a la usanza española y en pocas corridas
para rejones y forcados.
Sin embargo nuestra fiesta, mestiza como
nuestra raza, tiene matices propios apegados a nuestra idiosincrasia.
De hecho se habla de una escuela mexicana del toreo, pero ese tema
es digno de un tratamiento aparte.
Se habla de un toro para la México, un toro de no más de 480Kg que
embista pastueño, casi planeando, gateando, acudiendo al engaño en tandas
largas de pases en redondo.
Pero está visto por los resultados en los últimos años que la fórmula
empleada por los ganaderos en nuestro país, no ha rendido frutos al menos en lo
que al renglón de la bravura se refiere.
¿Será que el viaje del campo a la plaza afecte de manera
significativa al toro?
¿Es la elevación de la ciudad de México un
factor determinante en el juego de las reses?
Son reflexiones que he abordado no en pocas ocasiones cuando veo
animales que se emplean poco en la pelea con caballos y con capotes y muletas,
reses que ruedan por la arena como pelotitas por falta de fuerza más que por
exceso de kilos.
Y ahora que se está poniendo de moda pasar a esos toros con un
puyazo o en todo caso con un pellizco pellejero para ir cuidando la poca fuerza
y reservarla para la faena de muleta, me sigo preguntando: ¿Qué está faltando
en el campo bravo mexicano?
Por lo demás, escrupulosa o inescrupulosamente, para bien o para
mal, simplemente concluiremos diciendo
que hay aficionados a la fiesta brava y empresarios con visión financiera que
cuidan su dinero como el caso de nuestro buen amigo Herrerías que ya hace años abordó el negocio de futbol en nuestro país como presidente del club Veracrúz.
Los problemas de fondo se encuentran a kilómetros de distancia de
su despacho.
En la ganadería, donde se forja y confecciona la materia prima que
da sustento a la fiesta en nuestro país.
Pero ver el resultado de cambios significativos no será tarea
fácil y por lo pronto llevará mucho tiempo el renovar la sangre de nuestras
ganaderías.
Para cerrar estas reflexiones, me inquieta aún más otro tema que
tiene que ver con el público asiduo o no a las plazas de toros pero que forman
parte de la gran familia taurina y son aquellas nuevas generaciones aficionadas
a la fiesta que expresan sus ideas a través de las redes sociales.
Se están mal acostumbrando a ver el resultado de una fiesta dañada
por estas y otras malas prácticas de los que participan en el desarrollo de la
misma.
Se vienen conformando con el espectáculo que se les ofrece sin
realmente exigir que exista un respeto a los reglamentos.
Desafortunadamente son pocos los que han acudido a la lectura de
libros, revistas, folletos y otras publicaciones taurinas y se están formando
una imagen distorsionada de la fiesta en nuestro país.
Me apena que se destrocen ellos mismos con denostaciones
personales que poco favor le hacen a la fiesta brava, unos, seguros de que les
asiste la razón se plantan en su papel de catedráticos en la materia, otros,
demostrando que carecen de los mínimos conocimientos en tauromaquia y cuyas
apreciaciones burdas e insolentes, despiertan el encono de aquellos que dominan
el tema.
Si tan solo uniéramos esfuerzos para echar para atrás todo lo que
daña al desarrollo de la fiesta en nuestro país, nos cultivásemos con la
lectura y asistiéramos a tertulias, visitas a museos taurinos, plazas de toros,
ganaderías; tal vez, solo tal vez, enriqueceríamos más a nuestra fiesta.
Si de por si esta sufre de tantos y tantos males y todavía nos
ponemos a agredirnos entre taurinos, ¿Qué será de nuestra fiesta en pocos años?
Ah y de esto, ¡la culpa tampoco es de Herrerías!
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