jueves, 30 de marzo de 2017

EL ARTE, UN ASUNTO TAN SIN EMBARGO


Hay cosas en la vida que no requieren explicación.

Simplemente se dan de manera natural, como corre el agua por el arroyo, como los rayos del sol bañan la campiña por las mañanas, así como las olas del mar rompen en el acantilado.

La expresión artística de algunos estetas es consecuencia natural del talento con el que fueron dotados y así por ejemplo la obra de los grandes maestros de la música, la literatura, la escultura, la pintura, la danza y el canto entre muchas otras actividades humanas, es simplemente resultado de ese "Don divino" con el que Dios dotó a estos seres privilegiados.

El toreo, expresión artística, ha contado a lo largo de la historia con exponentes dotados de estas cualidades especiales.

En sus inicios habrán tenido que vencer el miedo, tuvieron que aprender la técnica para la lidia de reses bravas para que, una vez dominados ambos, pudieran abandonarse al talento que se les confirió y plasmar su obra en el lienzo de arena en los ruedos de las plazas de toros.

Desde Francisco Montes "Paquiro" a Francisco Arjona "Cúchares"; desde los Rafaeles: "Machaquito", " Lagartijo" y "El Guerra" hasta Joselito "El Gallo", Juan Belmonte y Rodolfo Gaona y ya en la época moderna desde Manuél Rodríguez "Manolete" hasta Curro Romero y Rafaél de Paula, todos ellos imprimieron a su tauromaquia un sello distintivo que sirvió de escuela para generaciones subsecuentes de toreros que encontraron en todos ellos y en las diferentes épocas de la historia un referente.

Si existe una cualidad que es altamente apetecida y apreciada por aficionados, conocedores y público asistente a las plazas de toros en general, es la difícil facilidad que tienen las figuras de andar en la cara del toro con despaciosidad, sin prisa, con movimientos cási sutiles y embarcar la embestida de las reses en pases largos, aletargados, como se acostumbra a decir actualmente: "al ralentí" para volver a ligar otras tantas series de pases de la misma calidad sin que decaiga el interés de los espectadores.

¿Complicado?, ¡Complicadísimo!.

Solo algunos privilegiados han podido practicar el toreo de esta manera, pero para haber llegado a este nivel de cási perfección, tuvieron que sortear dificultades tarde a tarde para depurar la técnica.

Como aquellos virtuosos del Violín que se gastaron una vida y las llemas de los dedos en sesiones de ensayos de horas interminables para dominar el instrumento y poder interpretar magistralmente una pieza y hasta ofrecer un concierto.

Otro tanto cierto es que para poder interpretar con virtuosidad una composición, el violinista deberá contar con la colaboración de un instrumento que se lo permita, un Stradivarius o un Giuseppe Guarneri tal vez.

"Se gastaron una vida y las llemas de los dedos..."
El toreo no es la excepción y para que un maestro del arte de la tauromaquia pueda recrearse en la confección de una obra de arte, deberá contar con la colaboración del toro fundamentalmente y haber invertido muchas horas en practicar el toreo en festivales, tientas y hasta en el salón de su casa.

Aunque haya un ejército de "villamelones" distraidos que demanden enviar a la hoguera a las figuras por lidiar lo que en España se ha dado en llamar "El mono-encaste" o encierros de tipo digamos comercial de probada nobleza y clase cuyas cualidades en la embestida los hagan ver en ocasiones como toros escasos de bravura y raza, acudiendo al engaño con un dejo de sosería.

Como habíamos apuntado en artículos anteriores, la práctica del toreo es tan rica y tan vasta, que existen las más diversas expresiones entre aquellos que la realizan.


Así tenemos que hay toreros artistas, valentones, tremendistas, ortodoxos, de academia, vanguardistas, cerebrales, de "pellizco" y hasta "encimistas", algunos de ellos hasta resultan ser una suerte de modernos gladiadores a los que empresas y público en general prefieren verlos enfrentar a corridas de las llamadas duras e imponerse a ellas en base a un toreo hasta atlético que requiere no solo de dominar la técnica, sino de condiciones físicas especiales, ahora me expico: Rafaél Rubio "Rafaelillo", David Fandila, Antonio Ferrera y Juan José Padilla entre otros.

Pero esa morbosidad negligente y hasta insolente de aquellos distraidos demanda ver a un torero de vena artística enfrentando a un ganado de embestidas ásperas porque simplemente no pueden conciliar la idea de que existan toreros de diferente expresión artística.

Prefieren verlos sudar el traje, quitarse los derrotes secos en base a doblones o "machetazos" de pitón a pitón hasta ser desarmados y descomponer la figura para sortear una que otra colada del burel y entonces caerles encíma hasta pedir cara su cabeza y porqué no, cortársela de una vez.

Un perverso disfrute para aquellos poco entendidos y hasta mal intencionados que no descansarán hasta saciar su apetito cuando las infanterías conduzcan al torero herido a la enfermería y ellos al fin, acallen la cobardía de sus gritos en el anonimato del tendido.

Es por esa razón que los toreros a diferencia de otros artistas, hayan tenido que regar con sus sangre el ruedo de las plazas y en ocasiones hayan tenido que ofrecer su vida en aras de alcanzar la perfección en la ejecución de su tauromáquia y de paso tratar de acallar aquellas voces inconformes de los ignorantes.

Sin menoscabo de otras muchas actividades artísticas, el toreo a diferencia de estas, cobra una factura muy cara a aquellos que pretenden alcanzar la excelsitud y el triunfo.

En sentido figurativo y toda proporción guardada: ¿pudieramos jugar a establecer comparaciones aventuradas entre los grandes maestros de las artes?


Morante de la Puebla
¿Es partiendo de tan descabellada idea Mozart a la música como Enrique Ponce al arte de la tauromaquia?

¿Es acaso Joann Sebastian Bach lo que puediera ser José Antonio Morante Camacho en expresión artística?

¿Es acaso la obra de José Tomás de la dimensión de la obra pictórica y escultórica de Miguel Angel?

¿Es el compendio de la obra de Julián López comparativamente vasta como la de Julio Verne, Shakespeare o Miguel de Cervantes?

¿Es que, una faena de Jose Mari Manzanarez se puede cotizar como un Rembrandt o un Velázquez?

Perdonen amigos lectores tan absurdas comparaciones pero a muchos siglos de historia desde el surgimiento del toreo de a pié en las postrimerías del siglo XVII hasta nuestros días, se ha producido una hermosa evolución en la ejecución artística de sus más importantes y destacados exponentes y aunque hubo etapas de esa historia destacadas por cambios trascendentales en el desarrollo del espectáculo, no dudo en decir que hemos alcanzado la cima en cuanto a perfección de las suertes se refiere.

Y si, por supuesto que hoy se torea más bonito, pero después de ponderar estos razonamientos: ¿quien necesita más explicaciones?

Quizás aquellos distraidos que viven naufragando en las aguas de la inopia o aquellos que no tuvieron el privilegio en la vida de desarrollar un sentido que les permitiera diferenciar una composición de Ludwig Van Beethoven de una guaracha interpretada por la Sonora Dinamita.

Lo anterior dicho con respeto para Don Lucho Argaín y su ya legendaria agrupación.

!Vale! 

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