martes, 6 de noviembre de 2012

Y solo nos dan... epejitos.


Lo puedo entender, pero no lo justifico.

Después de lidiar corridas verdaderamente fuertes con toros de enorme catadura dada la morfología del toro español, es de entenderse que las figuras españolas que hacen "La América", cobren jugosas sumas por enfrentarse a toros digamos, mas cómodos.

Después de todo: ¿para que arriesgar?

Esto no quiere decir que estén exentos de una cornada e incluso de arriesgar la vida.

Si no, pregunte a José Tomas de quien se dice regresa precisamente al coso de Aguascalientes para el próximo serial abrileño.

Vuelve Tomas por sus fueros después de que el toro Navegante de Pepe Garfias le infiriera grave cornada en la arteria femoral un 24 de abril de 2010, lesión que le puso al borde de la muerte y que literalmente le retiró durante tanto tiempo de los ruedos.

¡Vamos!, que el de Garfias estaba bien presentado y nada que ver con lo que lidian otros espadas en cosos del interior del país.

Desde luego que no habré de negarle méritos a aquellos que enfrenten a un toro de lidia, sobre todo si este esta bien presentado... eso siempre habré de agradecerlo.

Pero, toda proporción guardada; no puedo entender que aquellos que pagamos un boleto para verles actuar; y me refiero a los coletas españoles, debamos conformarnos con verles enfrentarse a famélicos ejemplares sin raza ni bravura como quedo demostrado en las ultimas actuaciones de Enrique Ponce en plazas como la de Zacatecas y mas recientemente en Tlaxcala donde obtuvo el triunfo ante astados de San Isidro.

Me siento digamos: engañado, burlado y presa de intereses mezquinos de empresarios, ganaderos y apoderados hambrientos de dinero y con nada de escrúpulos.

Pero lo que nunca habré de soslayar, es la idea de que una figura del toreo, aquellos que se precien de serlo, se presten al engaño de anunciarse para dar muerte a bravos y prestigiados toros de la ganadería correspondiente como lo consignan los carteles y ya en el ruedo el astado en cuestión es como los que toreaba Michelito Lagravere de becerrista.

Es, toda proporción guardada, como cuando vas a un restaurante y pides aquella apetitosa hamburguesa de la fotografía colgada en la pared del establecimiento.

Robusta, con tres pisos de carne jugosa y sendas rebanadas de queso que se derrite y cuando ya pagaste y te la estás saboreando, resulta que la que te sirven es tan pequeña que la devorarías de un bocado.

Es justo la desilusión que siento cuando veo salir por la puerta de los sustos aquellos ejemplares que en canal no levantan ni 200 kilogramos de peso y pa´colmo estragados y destartalados y bueno, de bravura ya ni hablamos.

¿Y por $10.00 pesos más agrega papas y refrescos grandes a su orden?


¡Que fraude!

EL RECUENTO DE LOS RESULTADOS