Siempre para mi la temporada chica tendrá un interés especial.
Nos permite ver a algunos jóvenes que se vienen abriendo paso en
esta difícil profesión y cada vez con menos oportunidades de pegar un capotazo.
Sólo los que sufrimos del "mal de montera" y que alguna
vez pasamos las de Caín para verle la cara a los novillos sabemos de lo difícil
que resulta conseguir oportunidades y, de éstas, verdaderas y valiosas
oportunidades, que no solo nos enseñaran a estar colocados con los toros sino
que nos fueran habilitando recursos que permitan sortear los problemas
de la lidia.
Recuerdo haberle servido de "mozo", mandadero, corre-vé-ydíle
y hasta lava-autos de un varilarguero a las órdenes de un famoso matador
en los años ochenta y que pretendía explotarme con la promesa de darme la
oportunidad de pegarle un capotazo a un novillo en alguna tienta.
Cuando me di cuenta de la triquiñuela agarre mis avíos y me
desaparecí.
Recuerdo que le iba a visitar a su casa allá por el rumbo de
Calzada de las Bombas y me quedaba en el vestíbulo esperando que el santo varón
almorzara a sus anchas, pero a mí, ni un vaso de agua me invitaba.
Pero de torear, ¡nada!
Recuerdo también que una ocasión acompañé a un grupo de Charlots
llamado "Don Gato y su cuadrilla" por los rumbos de Tlalnepantla y
con la promesa de pegar uno que otro trapazo a las becerras y acabé vistiendo y
hasta maquillando a los integrantes de la cuadrilla que eran tan malos en el
plan serio como en plan de "chunga".
Actuaba con ellos un viejo conocido mío que practicaba la
charrería y actuaba como alguacil en la plaza México.
Se hacía llamar Ponciano y actuaba al lado de su burra
rejoneadora, un jumento que te tiraba una coz como te lanzaba de mordidas, de
hecho más brava que las vacas que se torearon ese día.
Tipo de bigote pintoresco, fantoche y engreído que nunca me enseñó
nada y solo me tomó el pelo, ofreció incluso hacerme alguacil y cuando me
perfilaba como aspirante al puesto, llegó uno de sus recomendados y a mí me
hicieron a un lado.
Eso sí, de torear ni se diga porque a la hora de saltar a la arena
las becerras me pidió que me tapara con adjetivos que no puedo reproducir
porque aún ahora pasados muchos años me causan escozor.
|
Muchos son los llamados |
De chistoso nada: ni el tal Ponciano y su burra rejoneadora ni los
famosos Gatos toreros causaban risa y mucho menos respeto del escaso público
que se dejó caer por aquella placita improvisada propiedad del matador Carlos
Serrano "El Voluntario".
Torilero, boletero, pegando carteles, banderillero improvisado,
mozo de espadas, vendedor de cerveza y hasta monosabio; ¿qué cosas no hice por
estar cerca de los bureles?
Sin embargo esta veleidosa profesión pone a prueba a los más
fuertes y a veces cuando no hay parné o un padrino que te eche un capotazo,
nunca llegas ni a las ligas menores.
Un tipo de edad madura (llámese 60 o 70 años) un día ofreció
ayudarme y me vió torear de salón en un centro deportivo allá por los rumbos de
Lindavista.
Era un médico cirujano plástico que fanfarroneaba a la vez que
aseguraba hacerte matador de toros si le ponías afición al oficio.
En el recibidor de su despacho lucían imponentes testas de toros
lidiados por matadores afamados y en un perchero un terno de luces color tabaco
con bordados en oro.
¡Era para deslumbrarse!
Con voz cavernosa me invitó a pasar a su despacho adornado por un
hermosísimo capote de paseo con la estampa del cristo del gran poder y carteles
de corridas famosas, así como colosales esculturas en bronce del encierro y de
dos toros trenzados en una pelea.
El famoso cirujano fue al grano y sin mediar protocolos me espetó
en la cara su propuesta: “cinco novilladas en cosos de segunda categoría y tu
presentación en la Plaza México. ¿Qué dices?
Pero….
Todo en la vida tiene un precio, ¿ya sabes no?
¿Pero cómo?
¡Yo ni dinero tengo!
¡Ah!
Pero no estamos hablando de dinero…
¡Oh si, ahora entiendo!
No gracias mi buen amigo doctor, yo tengo mis principios bien
fincados y mis gustos definidos y aunque esté dispuesto a dar todo por una
oportunidad como esta… ¡noooo, muchas gracias!
Recuerdo ahora y no sé ni dónde lo leí, tal vez en una revista
española: "Son muchos los llamados y pocos los elegidos"; ¡cuánta
verdad!
Cuántos jóvenes no se han quedado en el camino buscando la
oportunidad tan anhelada y cuántos otros no han derramado su sangre en aras de
conseguir un sitio en esta difícil profesión.
Pero no solo las circunstancias adversas le juegan a uno malas
pasadas en el intento, el público que por desgracia está conformado en su gran
mayoría por un grupo de villamelones, te exige casi lo mismo que a una figura
consagrada.
En mi amadísima plaza México se dan cita los domingos de temporada
chica: lo mismo buenos aficionados que aquellos ocasionados que suelen gritar
improperios porque en casa son tan pequeños que no son capaces de decir: ¡esta
boca es mía!....
Pregoneros de feria de pueblo que buscan un reconocimiento en base
a increpar a los que se juegan el físico en la arena.
Al grito de: "Uno, dos, tres: ¡Porra de Alcohooooool!
Todo es cachondeo y burlas mordaces que en mi país así es como
manejamos las cosas: riéndonos de la desgracia o de los defectos físicos del
prójimo o de sus carencias o debilidades.
¿Que se le va a hacer?
Y los novilleros no son excepción, a las primeras de cambios les
caen con todo.
|
Y no hay nadie para darles una buena nalgada |
Sin sitio, poco toreados y con el pánico escénico de la
presentación en la plaza más importante de América salen a dar la cara, unos
con más suerte y recursos que otros.
Y para colmo de sus desgracias (como si fueran pocas), no hay
nadie en el callejón que les dé un consejo, una arenga o si quiera una buena
nalgada.
Ah, pero para mi sorpresa hace unas dos semanas el peón de brega
Juan Saldaña en un gesto torerísimo se las dio al novillero Jorge Rizo y si
Rizo le cortó la oreja a su novillo, fue porque Saldaña le estuvo aconsejando
todo el tiempo por dónde tenía que meter en la muleta a su enemigo.
Jorge Rizo se empleó sacando sus cualidades, porque sí tiene
talento pero aún está en proceso de agarrarle distancia a los novillos. !pero,
cómo no, si es novillero!
El colmo de mis lamentos este domingo pasado cuando el novillero
Miguel Alejandro le corrió bonito la mano a "Carmelo" de la ganadería
de Puerta Grande.
Pude apreciar que aún con sus limitaciones propias de un
novillero, Miguel se iba de la cara del toro para darle distancia, reposo, para
volver a la carga y sacarle los buenos, excelentísimos pases que traía el burel.
Esta cualidad me permitió ver que el novillero está bien
aconsejado por su apoderado y que con un poco más de novilladas, habrá de
subsanar errores y convertirse en una verdadera promesa novilleril en muy poco
tiempo.
Pero nunca faltan los desorientados que con gritos de; "Toro,
Toro" le protestaron una oreja más que meritoria por lo mostrado en el
ruedo y por la buena ejecución de su estocada.
Desde aquí, vaya mi más sincero reconocimiento a toreros como Juan
Saldaña por su labor de adoctrinar a los jovenes aspirantes y a los novilleros que con muy
pocas, escasas oportunidades (si se les puede llamar oportunidades), se
presentan en la temporada chica buscando abrirse paso.
Desde aquí también mi más cordial y emotivo abrazo a aquellos que
ponen todas sus ilusiones y su dedicación a quienes brindan oportunidades a los
novilleros y a los miembros de la escuela taurina de la Plaza México y sus
mentores como el matador Humberto Ruíz o Chuchito Morales.
Que Dios les colme de bendiciones por apoyar al gremio más
necesitado de la fiesta.
¡Salud!