sábado, 29 de noviembre de 2014

LA CULPA ES DE NADIE Y ES DE TODOS


¡Bienaventurados sean los usuarios de las redes sociales, porque de ellos será la inútil y vana intención de cambiar al mundo!

En México y más específicamente en la capital de la República Mexicana, hace más de 20 años que el Doctor MVZ Rafael Herrerías Olea tomó el mando de la empresa de la plaza más grande del mundo: La plaza México.

Y desde entonces su gestión al frente de dicha empresa ha sido motivo de los más encarnizados comentarios en torno a los resultados de su actuación.

 
Se le critica fundamentalmente la escasa presencia del ganado que se lidia.

Pero habrá que precisar algo en descargo de nuestro buen amigo Herrerías: Él pone la lana y organiza el festejo, compra los encierros y contrata a los matadores. Ya si los jueces de plaza que reseñan la corrida, sortean a tan famélicos cuan raquíticos ejemplares, eso, eso es harina de otro costal, porque los jueces de plaza, representantes de la autoridad están facultados para echar para atrás cualquier encierro que no llene las expectativas que dictaminan su buen juicio y sentido común.

No sería la primera vez que esto ocurre y plantea problemas serios para la empresa, que tiene que echar mano de otros encierros que estaban apartados para otras tardes o tal vez para otras empresas.

Así que en ocasiones ocurre que los encierros que se juegan salen parchados.

Del juego que den las reses, si son encastadas, mansas, sosas o peligrosas y resabiadas, no se puede culpar tampoco al empresario, eso depende de la calidad de los empadres y de la selección genética que lleve a cabo el ganadero, que, dicho sea de paso, vende su ganado al mejor postor.

Ahora bien, cuando pareciera que todo mundo es inocente (hasta que se demuestre lo contrario), aparece en la escena el torero, si, nada menos que el personaje que va a enfrentarse al señor de negro.

Y el torero tiene sus representantes: apoderados, miembros de su cuadrilla, mozos de espadas y entonces son varios los implicados en este turbio juego de encontrar al culpable.

Lo verdaderamente importante en esta intrincada maraña de excusas y mentiras es que a todos los actores les falta ética, actuar de manera escrupulosa en el ejercicio de su profesión, llámese empresario, matadores, ganaderos, jueces de plaza, mozos de espadas, apoderados, banderilleros y en si todos los protagonistas de la fiesta.

Entonces todos se lavan las manos y nadie sale a dar la cara cuando al pandero salen toros estragados y sin casta.

Esta última condición por desgracia viene acentuándose a últimas fechas cuando a las reses difícilmente se les puede picar y los varilargueros salen a cubrir el tercio metiendo un pellizco de puro trámite.

Preocupante en verdad, porque esto plantea un problema de fondo en la llamada cabaña brava Mexicana.

Entonces parafraseando a Rodolfo Rodríguez "El Pana", diremos que: Para que haya caldo de liebre, tiene que haber liebre..." si no, ¿cómo?

La verdad es que dicho sea de paso no es fácil criar al ganado bravo, sobre todo porque en México algunas ganaderías están situadas en tierras agrestes y semidesérticas donde a veces escasea el agua.



En España por ejemplo, los ganaderos sacan provecho de sus dehesas, dedicándose al cultivo de productos agrícolas como la vid, la aceituna para el aceite de oliva, el alcornoque, el cerdo Ibérico y otros tantos productos que complementan la economía de su rancho.

En México a diferencia de estos, los ganaderos son industriales, empresarios, políticos y hasta actores metidos a este negocio casi por pura afición.

Son pocos los hombres de campo, dedicados en cuerpo y alma a las labores agropecuarias que se dedican a la crianza del ganado bravo.

En España el toro es un producto artesanal al que se atiende con mimo, con paciencia, porque hay que cuidar y poner en alto el estandarte de la casa ganadera y su prestigio.

En México, salvo honrosas excepciones, el ganado crece al amparo de Dios, con pienso, agua y hasta con prisa, para ir sacando las camadas lo más pronto posible y que el costo de su manutención sea lo menos gravoso para la economía de la divisa.

El toro bravo esta tan arraigado a las tradiciones en España, como el tallo a la flor.

En México el toro bravo es criado para satisfacer la demanda de un espectáculo que atiende a un mercado más pequeño y a una minoría que gusta del mismo.

En nuestro país desde luego, hay espectáculos que cuentan con un grupo más nutrido de adeptos como el futbol por ejemplo.

Eso no quiere decir que en España no haya afición por el futbol, por el contrario, es quizás en esas latitudes donde se juega el mejor futbol, solo que en España todas las fiestas, carnavales, encierros y demás espectáculos donde el protagonista es el toro, están mucho más relacionados con la cultura popular y las tradiciones.

Entendiendo las diferencias que existen entre uno y otro espectáculo, podemos entender de la misma manera, que el toro que tiene diferencias de genotipo persé, sobre todo porque el ganado español con más caja y más pitones derivados de sus diferentes encastes, es sustento de muchas y diversas fiestas y espectáculos taurinos: encierros, torneos de recortadores, toros embolados, enmaromados y toros de fuego por citar solo algunos.

En México, el toro participa acaso en pocos encierros populares que tampoco tienen ninguna relación estrecha con los que se corren en España, en corridas a la usanza española y en pocas corridas para rejones y forcados.

Sin embargo nuestra fiesta, mestiza como nuestra raza, tiene matices propios apegados a nuestra idiosincrasia.

De hecho se habla de una escuela mexicana del toreo, pero ese tema es digno de un tratamiento aparte.

Se habla de un toro para la México, un toro de no más de 480Kg que embista pastueño, casi planeando, gateando, acudiendo al engaño en tandas largas de pases en redondo.

Pero está visto por los resultados en los últimos años que la fórmula empleada por los ganaderos en nuestro país, no ha rendido frutos al menos en lo que al renglón de la bravura se refiere.

¿Será que el viaje del campo a la plaza afecte de manera significativa al toro?
¿Es la elevación de la ciudad de México un factor determinante en el juego de las reses?

Son reflexiones que he abordado no en pocas ocasiones cuando veo animales que se emplean poco en la pelea con caballos y con capotes y muletas, reses que ruedan por la arena como pelotitas por falta de fuerza más que por exceso de kilos.



Y ahora que se está poniendo de moda pasar a esos toros con un puyazo o en todo caso con un pellizco pellejero para ir cuidando la poca fuerza y reservarla para la faena de muleta, me sigo preguntando: ¿Qué está faltando en el campo bravo mexicano?





Por lo demás, escrupulosa o inescrupulosamente, para bien o para mal,  simplemente concluiremos diciendo que hay aficionados a la fiesta brava y empresarios con visión financiera que cuidan su dinero como el caso de nuestro buen amigo Herrerías que ya hace años abordó el negocio de futbol en nuestro país como presidente del club Veracrúz.

Los problemas de fondo se encuentran a kilómetros de distancia de su despacho.
En la ganadería, donde se forja y confecciona la materia prima que da sustento a la fiesta en nuestro país.

Pero ver el resultado de cambios significativos no será tarea fácil y por lo pronto llevará mucho tiempo el renovar la sangre de nuestras ganaderías.

Para cerrar estas reflexiones, me inquieta aún más otro tema que tiene que ver con el público asiduo o no a las plazas de toros pero que forman parte de la gran familia taurina y son aquellas nuevas generaciones aficionadas a la fiesta que expresan sus ideas a través de las redes sociales.

Se están mal acostumbrando a ver el resultado de una fiesta dañada por estas y otras malas prácticas de los que participan en el desarrollo de la misma.

Se vienen conformando con el espectáculo que se les ofrece sin realmente exigir que exista un respeto a los reglamentos.

Desafortunadamente son pocos los que han acudido a la lectura de libros, revistas, folletos y otras publicaciones taurinas y se están formando una imagen distorsionada de la fiesta en nuestro país.

Me apena que se destrocen ellos mismos con denostaciones personales que poco favor le hacen a la fiesta brava, unos, seguros de que les asiste la razón se plantan en su papel de catedráticos en la materia, otros, demostrando que carecen de los mínimos conocimientos en tauromaquia y cuyas apreciaciones burdas e insolentes, despiertan el encono de aquellos que dominan el tema.

Si tan solo uniéramos esfuerzos para echar para atrás todo lo que daña al desarrollo de la fiesta en nuestro país, nos cultivásemos con la lectura y asistiéramos a tertulias, visitas a museos taurinos, plazas de toros, ganaderías; tal vez, solo tal vez, enriqueceríamos más a nuestra fiesta.

Si de por si esta sufre de tantos y tantos males y todavía nos ponemos a agredirnos entre taurinos, ¿Qué será de nuestra fiesta en pocos años?

Ah y de esto, ¡la culpa tampoco es de Herrerías!

EL RECUENTO DE LOS RESULTADOS