viernes, 12 de agosto de 2016

UN SABIO MUY MONO


Desde este espacio quisiera rendir un merecido homenaje a todos aquellos hombres que han dedicado su vida al servicio de la fiesta brava ejerciendo el oficio de monosabio.

Es de muchos conocida la historia que relata de una compañía de circo que se presentaba en Madrid hacia finales del siglo XIX con un espectáculo de monos que hacían las delicias de chicos y grandes.

Era su atuendo muy similar a los de los empleados de las plazas de toros encargados del mantenimiento del ecenario, de la limpieza del ruedo, el retiro de los despojos del toro, la rehabilitación de los tableros de la barrera y burladeros, la apertura de puertas, el arreo de los caballos de pica y hasta el auxilio de los actores de la lidia cuando por desgracia caían heridos.

Por este motivo, se les llamó así: mono-sabios.

Y como parte importante del espectáculo también los monosabios han sido víctimas fatales de accidentes en la plaza.


El célebre Simón Cárdenas

En México ha habido personajes que hicieron historia como monosabios, me refiero al caso de Don Simón Cárdenas, de quien incluso se cuenta participó haciendo quites a cuerpo limpio a los toros en el viejo toreo de la colonia Condesa.



Muchos años más tarde, en una jornada lluviosa durante el festejo de la temporada de novilladas de la plaza México aquel 9 de Octubre de 1978, Rafaél Domínguez conocido cariñosamente como "Gamucita" fue aparatosamente corneado por el novillo "Minuto" de la ganadería De Haro y fueron sus heridas tan graves, que pocas horas después y a pesar de la intervención del Dr. Javier Campos Licastro, falleció.
Trágica cornada de Salvador Hernández

La cornada se produjo cuando "Minuto" saltó al callejón de la plaza de toros México y se encontró a su infortunado paso con "Gamucita" que no pudo ponerse a resguardo.

Años más tarde en Septiembre de 2011 muere víctima de una cornada el monosabio Salvador Hernández Mariscal en la plaza del Nuevo Progreso de Guadalajara Jal.

El novillo "Norteño" de la ganadería del Vergel, saltó igualmente al callejón propinándole a Don Salvador una herida penetrante de abdómen y arrastrándole varios metros, herida que le llevó a un fatal descenlace horas más tarde.

Durante la celebración de la corrida de la temporada 2014-2015, el Domingo 28 de Diciembre de 2014 y en tarde accidentada, la torera Karla de los Angeles fue seriamente corneada por uno de los toros de la ganadería de Guadiana que le correspondió en suerte y cuando fue asistida por los monosabios y retirada del ruedo, el toro arropó en el viaje al monosabio Federico Domínguez "El Gamuza", propinándole seria cornada en la región escrotal, cornada de la que se recuperó posteriormente pero que nunca afectó su ánimo de seguir en la brega.


Momento de la cornada a Federico Domínguez


Los monosabios, personajes pintorescos son antes que nada extraordinarios aficionados a la fiesta brava que precisamente por esa enorme afición, abrazaron este oficio para estar más cerca del toro.

Algunos de ellos como el mismo Federico Domínguez se ha "echado al agua" en festivales para echar capa a las vaquillas.

Recuerdo entrañable de personas muy queridas para mi menda como Felipe "El Chale" Flores, Juan Trejo, Dimas Luna, Porfirio Sánchez, Juan Arana, Ricardo Tenorio y tantos otros con los que compartí tantas y tantas tardes de toros en la Plaza México y otras plazas de la periferia.

Dinastías como la de los Siller y su fundador Don Juan, los Domínguez, los hermanos Avila, los Escutia y de muy grato recuerdo Don Juan Guerra y su vástago Juanito, que se desenvolvió como cronista taurino en medios de comunicación como el radio y la televisión y que imprimía un sello especial a la crónica taurina.

Personajes de quienes aprendí el oficio y antes que otra cosa, a no perderle la cara al toro, vamos ni siquiera al momento de engancharlo ya muerto al tiro de mulillas, porque el toro aunque inerte, puede producir heridas de consideración con sus astas.

Una tarde que se realizaba una novillada en la hermosa placita de Ciudad Satélite "La Florecita", estaba yo a cargo de la traspuerta de caballos por donde salían los picadores.

En fracción de segundos el novillo que estaba en los medios de la plaza distraido con capotes, escuchó el aldabón de la puerta, sintió la salida del caballo y como flecha salió disparado con la idea de acometerle, solo que el jamelgo detuvo su marcha y entre dos personas que estabamos ahí: el de la puerta del callejón y yo, empujábamos con fuerzas que nos salieron de no se donde al caballo, al que usamos como escudo,con la idea de que el novillo no ingresara al callejón y pudiera escapar por la traspuerta que quedó entre abierta.

Finalmente los peones de brega se pudieron llevar al novillo otra vez a los medios.

Vaya susto!

Son tantas las anécdotas y retazos de vida que a la distancia y después de muchos años, viven frescas en mi memoria.

Me gustaba llegar temprano a la Plaza México y aprovechar el sorteo de los toros al mediodía para luego acudir a la misa en la capilla de la plaza y saludar a la gùera de la capilla quien siempre me invitaba un taquito.

Solía yo enjaezar las mulas de arrastre y como eran muy rejegas, compraba golosinas a la salida de la plaza para llamar su atención y aprovechando la distracción meterles el bocado en el hocico y atarlas al tronco. De otra forma era materialmente imposible ganarse su confianza y a la brava te exponías a una coz.

Mi primer encuentro con la sangre fue cuando asistimos a un novillero que cayó herido en la plaza La Florecita. Se anunciaba como Efrén Hernández y vaya que si batalló para llegar a torear ahí.

Le costó su buena lana ya que aquel famoso "empresario" en su afán de ayudar a los novilleros, les cobraba parné y los hacía vender boletos para torear.

Yo nunca tuve el parné y aquel personaje tampoco tuvo nunca la intención de ayudarme por lo que se me negó la oportunidad de torear ahí.

Efrén recuerdo enfrentaba a un novillo de la ganadería de San Juan Pan de Arriba y le estaba corriendo la mano en pases muy sabrosos en redondo, pero el novillo que ya había aprendido, comenzó a revolverse y buscarle las pantorrillas.

Le dije cuando se acercó a la barrera: "Cuidado Efrén, no te confíes, ya tienes el triunfo en la bolsa, iguálalo y asegúralo".

Pero bien sea porque estaba embriagado de torear en redondo o no quiso escuchar la recomendación, el novillo se le coló en un remate de pecho y lo prendió de la entre pierna.

Supe desde el primer momento que iba calado por la expresión de su rostro y por el profuso chorro de sangre que escapaba del agujero de la cornada literal, como agua de un grifo.

Lo taponeamos con las manos y con unas toallas y mi ropa quedó manchada de sangre y a correr a la camioneta que lo trasladaría al hospital.

Una muy fuerte impresión que caló muy profundo en mi pensamiento pero que tampoco hizo mella en mi decisión de ser torero.

Corriendo el tiempo encontré a mi amigo Efrén ya retirado de estos menesteres, con una panza abultada y cojeando. No quise indagar, pero pudiera haber sido su cojera motivada por aquel percance.

Fue para mí, como mi bautizo de sangre aunque esta no fuera la mía sino de aquel novillero.

Lo mismo aceitando aldabones de las puertas, echando serrín al ruedo mojado, pintando de cal las rayas del tercio, arreglando la arena con el rastrillo, de mulillero, ayudando a los Moralitos a entorilar, arenero y hasta con los números en el palco del juez de plaza, disfruté muchísimo pero muchísimo esta mi etapa como monosabio.

Esta oportunidad me pemitió verle la cara a los toros de cerca a veces haciendo quites con la cachucha a los banderilleros.

Otra de mis funciones era la de quitar las banderillas al toro antes de ser arrastrado al desolladero. Estas banderillas ya usadas y tintas en sangre de la res, constituían un atractivo especial para los asistentes a la corrida.

Durante la feria de Teziutlán Puebla actuábamos una tarde en que Antonio Lomelín estuvo portentísimo clavando sendos pares de banderillas a toros de la Viuda de Fernández.

Esa ocasión olvidé mi pantalón de monosabio en casa y como tenía que salir a como diera lugar esa tarde, un compañero más bajito de estatura que yo, me prestó uno de los suyos.

Como podrán suponer, debí haberme visto muy chusco con mis pantalones cortos y de inmediato la gente alegre de Teziutlán me endilgó el apodo de "Chabelo" en alusión al personaje de la televisión mexicana que usaba siempre pantalones cortos.

Para colmo de mis desgracias, esa tarde lluviosa el ruedo quedó hecho un barrizal, así que teníamos que correr para arreglarlo y dejarlo listo para que la corrida continuara.

Eran interminables los viajes de carretillas llenas de serrín y de arena para dejar el ruedo en condiciones de poder torear pero en uno de esos viajes en carretilla, patiné y fui a dar hasta allá lejos provocando las carcajadas del público concurrente.

Este detalle me valió porque a la salida las personas asistentes me compraron todas las banderillas rescatadas y me gané una buena propina de los parroquianos que se daban gusto palmeándo mi espalda al grito de "ese mi Chabelo, a ver si te amarras bien los patines".

Ricas vivencias todas y en compañía de mis entrañables amigos los monosabios a quienes sigo saludando siempre con un profundo respeto y admiración.

Desde este humilde espacio les rindo un sincero homenaje por su enorme labor en las plazas de toros y su incansable afición.

Salud!

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